Por: Alexandra Carvallo
Venimos de una generación a la que se nos enseñó que teníamos que tirar la basura en su lugar. Pasaban comerciales en la televisión, anuncios en la radio y ponían letreros en todos lados para evitar que las personas bajaran la ventanilla de su auto y simplemente sacaran la mano para tirar la basura a donde cayera.
Fue cambiando poco a poco la cultura y se logró que muchas personas dejaran de tirar la basura donde fuera, y se habilitaron botes de basura en todas partes para que no hubiera pretexto. Pero al mismo tiempo que eso pasaba, también recuerdo que en casa hervíamos el agua. No existían las botellitas de agua, ni las cajas de leche porque pasaba el lechero de casa en casa a surtir en botellas, por decir solo algunos ejemplos.
De pronto ya éramos una sociedad muy educada en tirar la basura en un bote pero también producíamos ahora cantidades exponenciales de desechos a diestra y siniestra. Se comenzó a hablar del cambio climático, de las consecuencias de generar tanta basura, y se comenzó una nueva cultura de aprender a separar los desechos orgánicos e inorgánicos.
Pasamos entonces a educar para separar la basura, lo cual en algunos lugares como Veracruz no ha rendido frutos porque seguimos sin hacerlo realmente y hasta pareciera que los botes de basura especiales están de adorno porque aunque diga ORGÁNICO se le echa lo que sea, aunque diga CARTÓN se le echa plástico, aunque diga PLÁSTICO se le echa papel y así sucesivamente.
La realidad es que hoy en día tenemos que tomar medidas más imperativas. No es suficiente con separar cuando la raíz del problema está en el consumismo exagerado y en la utilización indiscriminada de envolturas y materiales que inundan de basura no degradable nuestro planeta.
Lo que hoy nos toca es educar a nuestros niños y sobre todo reeducarnos nosotros los adultos para evitar seguir generando basura. Hacer una educación integral en casa, escuela y sociedad para lograr que las marcas dejen de producir envolturas innecesarias, que los consumidores elijan dejar de comprar productos que dejan tantos residuos innecesarios y que los niños desde ya aprendan a decir “sin popote por favor”, “sin bolsa de plástico, por favor”.
La educación ambiental en los niños es la mejor alternativa que tenemos para tratar de componer el errado camino que fuimos construyendo en los últimos 30 años. Más allá de tener que reeducar, lo mejor será educar con consciencia, responsabilidad y madurez.