Vivimos en una época donde las características más importantes de un emprendedor son el saber trabajar en equipo, tomar decisiones, ser tolerantes a la frustración, ser proactivos, creativos, independientes y con liderazgo; cualidades necesarias para consolidar empresas y proyectos que sustenten la vida familiar y social en comunidad. Pero las escuelas de educación básica solo enseñan español, matemáticas, ciencias naturales, historia, geografía y civismo; para colmo de forma parcelada, como asignaturas independientes una de otra, mientras que la educación superior se encarga de brindar conocimientos académicos, técnicos y especializados en una sola rama que cada licenciatura requiera.
La toma de decisiones es como un músculo que se necesita ejercitar, las relaciones humanas se aprenden en convivencia y libertad, el liderazgo se desarrolla con el carácter y las emociones, la creatividad se incrementa con paz mental, la independencia requiere autoestima y seguridad.
En las escuelas Montessori, desde la edad más temprana, los niños ejercitan diariamente todas esas habilidades blandas (soft skills) que son tan necesarias para adaptarse a las necesidades de la vida actual, a través del apropiamiento del ambiente cuidadosamente preparado en el que echan a andar sus propios recursos y potencialidades.
La libre elección de su trabajo diario, la repetición voluntaria de cada ejercicio, los materiales elaborados con propósitos directos e indirectos, el control del error contenido en cada material, el movimiento libre incorporado en toda actividad, la disciplina activa donde el niño autoaprende a comportarse y a funcionar en sociedad, son solo algunos ejemplos de cómo trabaja la pedagogía montessoriana, donde espontáneamente cada niño utiliza su energía psíquica y voluntad para ordenarse y autoconocerse.
La mejor manera de aprender es dejando que nuestros sentidos sean los encargados de experimentar sensaciones, olores, aromas, colores, formas, dimensiones, pesos y demás. Los estímulos que podamos llevar a nuestro cerebro a través de nuestros sentidos son la base neuronal más importante que se irá construyendo en los niños, formando así las conexiones neuronales que lo sustentarán para el resto de su vida.
En Montessori más que hablar de un “salón de clases” hablamos de un “ambiente preparado”, ya que es un espacio diseñado como un todo, como un contexto completo donde los niños absorberán de él de forma consciente e inconsciente todo lo necesario para su desenvolvimiento. El ambiente Montessori es un lugar cuidadosamente preparado para fomentar la motivación, curiosidad, expectativa e interés continuo de los niños. Todo está hecho a la medida de los niños, a su alcance, y acomodado de una manera estratégica que les permitirá echar a andar procesos cognitivos y destrezas que les impliquen cada vez mayores retos, nutriendo automáticamente sus caminos neuronales de formas directas e indirectas.
Uno de los aspectos más nobles y respetuosos de nuestra filosofía es reconocer que cada persona tenemos nuestro propio potencial y nuestras propias habilidades innatas con las que nacemos. La principal aportación sobre este punto que María Montessori hizo fue detener por completo la forma en que la enseñanza buscaba que todos los seres humanos fueran iguales, aprendieran al mismo tiempo, de la misma forma y a capricho de un adulto que supone qué es lo que se debiera aprender día a día. Hoy sabemos que eso no tiene ningún sentido, y sobre todo, que ha obstaculizado el crecimiento y desarrollo de la humanidad, haciendo que todos pretendamos ir al mismo ritmo y generando solamente que haya rezagados que no “cumplen con los estándares” y que terminan siendo olvidados por el propio sistema. Nuestra metodología se centra en cada niño como único e irrepetible. El proceso de aprendizaje es autónomo, a elección libre donde el niño tiene la oportunidad de ir descubriendo sus propias preferencias, experimentando sus propios retos y desarrollando automáticamente su propio potencial.
Los materiales Montessori tienen un diseño de forma, tamaño y color específicamente para desarrollar alguna habilidad. Tienen propósitos directos y al mismo tiempo indirectos, donde los niños irán tomando los beneficios ocultos de manipularlos y experimentar su uso. Cada material tiene un propósito que aporta a la lectoescritura, a la incorporación de nuevo lenguaje, a la comprensión natural de las matemáticas, a la sensación de temperaturas, pesos, formas, texturas, a la comprensión de elementos culturales, a la composición de la naturaleza, entre muchos más; pero al mismo tiempo inducen a la ejercitación física, mental y espiritual de nuestros niños.
En la filosofía Montessori lo más importante son los niños. El protagonista del ambiente siempre será el niño, y el adulto únicamente será quien lo guíe, lo supervise y lo acompañe en sus grandes descubrimientos. Muchos se preguntan cómo puede ser que no haya un “maestro que enseñe” a los niños todos los conocimientos, pero es precisamente ahí la parte medular de nuestra metodología: el mejor maestro del niño es él mismo; y su energía psíquica, acompañada de la pasión y la curiosidad, irán haciendo su trabajo para que el niño por sí mismo vaya explorando, y sobre todo, amando los aprendizajes y los conocimientos, siempre acompañado y guiado responsablemente por un adulto que domina las formas más sutiles de presentar los materiales de manera personalizada y en el momento justo donde la concentración del niño está en el punto exacto para recibir inconscientemente todo el aprendizaje de cada lección.
En nuestros ambientes no hay solo niños de la misma edad, sino que están divididos por rangos de 3 años. Esto fomenta que los niños pequeños aprendan de los más grandes, y al mismo tiempo los más grandes aprenden a respetar el ritmo y el espacio de los más pequeños. La sociedad funciona de forma libre, no por categorías de edades, por lo que la mejor manera de preparar a nuestros niños a vivir en comunión con la sociedad, es permitiendo que practiquen diariamente la convivencia, el respeto, la tolerancia, la paciencia y el reconocimiento de nuestras propias diferencias.
En Montessori, ningún adulto se encarga de construir ni formar niños, mucho menos de encaminarlos a ser un molde ni un prototipo de alguien más. Cada niño va descubriendo por sí mismo su propio potencial. Los adultos se encargan simplemente de observar con respeto, detenimiento y prontitud a cada niño como ser humano único e irrepetible que es, para irle acompañando a descubrir su propio ser, su esencia, su riqueza, su potencial, por lo que será el niño el que construya al adulto que en un corto tiempo llegará a ser.
El enfoque en Highland Montessori para educar al niño de una manera que le permita descubrir y desarrollar sus propios talentos únicos, se centra en el legado de María Montessori.
